Monday, July 16, 2007


La muerte. Mí muerte. Tu muerte.

¿Cómo habré de verte ? ¿cómo habré de entenderte? Quizás llegarás de sorpresa por la noche sin que nadie te espere, sin que nadie me advierta, quizás ya estés delante de mí o quizás estes dentro de mí. Pues yo sé que cuando yo doy un paso, tú también lo das, más debo entender que es un mandato divino, pues todo lo que nace tiene que morir. Pero la muerte es algo más que la muerte, es que yo no pienso en mí sino pienso en todos aquellos que vienen a ser las referencias de mi vida, y entonces logro comprender que la vida se asienta más en los demás que en mí mismo.
Pero ¿ cómo voy hacer para comprender, para entender un mandato divino como el de la muerte de un ser querido, como la muerte de un ser tan cercano que signifique no solo compañía, entretenimiento, sino que en realidad es mi felicidad ? Se muere el ser amado y se muere también la felicidad, entonces la vida queda desolada y humillada.
¿Qué he de hacer para no morir lentamente delante de la propia muerte?
Que me dice que la conciencia espiritual, que la muerte es tan real como la vida, pero además la muerte también es una vida más profunda, más continua, donde el aspecto más importante de la existencia es la consciencia, más no es el cuerpo ni los sentidos. Muerto vengo a ser como un aliento, como un resoplido, como una energía en movimiento pero sin los elementos establecidos de los sentidos, sino con una perspectiva ya no de la forma humana sino de la forma espiritual, que no es forma conceptual. Ahí entonces mi concepto y percepción del tiempo y del espacio ya no es comparada con nada de lo que antes había establecido como bueno y verdadero; ahora soy la conciencia con una capacidad condicionada y limitada, no por la realidad, sino por los límites que yo mismo me he impuesto o he creído...continuacion >

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