Hay momentos en que el hombre parece ser guiado por las estrellas. Mientras que hay otros momentos que parece que el dolor y desgracia son los que lo guían. Es esto un castigo? Es el destino? O es lo que comúnmente llamamos suerte.
La Ciencia Espiritual dice que el hombre tiene una fuerza interna que es una voluntad interna activa en el y a favor de el. En otras palabras, el hombre tiene una interacción creativa, la cual el forma y la cual lo afecta.
Un ejemplo es “la auto estima.” El se aprecia a si mismo y ese aprecio afecta lo que el piensa de si mismo. La fuerza de su pensamiento permite -de cierta forma- que el condicione los sucesos para que su propia vida pueda ser conducida expresando la causa y el efecto.
Por lo tanto, no hay tal destino ni tal suerte. Esto indica claramente que hay una propuesta de vida la cual se vuelve nuestros propios sentimientos y pensamientos. Al pensar y sentir, recreamos el próximo momento a vivir. Esto no quiere decir que el hombre tiene poder absoluto, ya que el hombre no es el único en el universo.
Cada una de sus acciones tiene una respuesta en el universo. Esta es la interacción de ambas, la que tiene como resultado, lo que llamamos “Destino” o “Suerte.” Pero el hombre es quien forja su camino.
El pensar que los sucesos vienen de la nada es olvidar la fuerza del pensamiento, la razón interna del espíritu del hombre.Es conveniente el comprender que una comunión de razones y funciones existe, la cual tiene que ver con nuestras propias convicciones, con lo que hemos podido resolver o no.
Entonces, no hay tal suerte, ni tal destino, ya que es el producto de nuestro hacer o no hacer. Las acciones siempre traerán consecuencias y estas consecuencias dependen del corazón del hombre y su relación con el universo, ya que ellas tienen una razón y propósito. Pensar en la suerte seria no conocer el propósito del Amor de Dios hacia los hombres. No hay azar pero siempre hay una consecuencia que se encuentra en el principio de una causa y así será hasta que se llegue al despertar espiritual, donde el hombre es capaz de entregar su voluntad al Creador y cuando esto sucede , entonces la armonía y el balance siempre serán perfectos.
Un ejemplo es “la auto estima.” El se aprecia a si mismo y ese aprecio afecta lo que el piensa de si mismo. La fuerza de su pensamiento permite -de cierta forma- que el condicione los sucesos para que su propia vida pueda ser conducida expresando la causa y el efecto.
Por lo tanto, no hay tal destino ni tal suerte. Esto indica claramente que hay una propuesta de vida la cual se vuelve nuestros propios sentimientos y pensamientos. Al pensar y sentir, recreamos el próximo momento a vivir. Esto no quiere decir que el hombre tiene poder absoluto, ya que el hombre no es el único en el universo.
Cada una de sus acciones tiene una respuesta en el universo. Esta es la interacción de ambas, la que tiene como resultado, lo que llamamos “Destino” o “Suerte.” Pero el hombre es quien forja su camino.
El pensar que los sucesos vienen de la nada es olvidar la fuerza del pensamiento, la razón interna del espíritu del hombre.Es conveniente el comprender que una comunión de razones y funciones existe, la cual tiene que ver con nuestras propias convicciones, con lo que hemos podido resolver o no.
Entonces, no hay tal suerte, ni tal destino, ya que es el producto de nuestro hacer o no hacer. Las acciones siempre traerán consecuencias y estas consecuencias dependen del corazón del hombre y su relación con el universo, ya que ellas tienen una razón y propósito. Pensar en la suerte seria no conocer el propósito del Amor de Dios hacia los hombres. No hay azar pero siempre hay una consecuencia que se encuentra en el principio de una causa y así será hasta que se llegue al despertar espiritual, donde el hombre es capaz de entregar su voluntad al Creador y cuando esto sucede , entonces la armonía y el balance siempre serán perfectos.
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